La ciencia, sin embargo, está demostrando últimamente que lo
que percibimos es en realidad una ínfima parte del mundo. Resulta que ni
siquiera vemos todo lo que nuestra vista es capaz de captar, porque nuestro
cerebro descarta la inmensa mayoría de la información cuando la recibe sin
preguntarnos, ya que el método que utiliza para entender lo que sucede entorno
a él requiere de una selección continua de los datos recibidos en cada momento.
El cerebro, a pesar de ser nuestra herramienta más preciada,
tiene una capacidad de procesamiento limitada y, como hemos dicho, discrimina
la mayor parte de información que recibe de nuestros sentidos. A este fenómeno
se le llama “ceguera por falta de atención” y ocurre de manera prácticamente
inconsciente por lo que nos pasa inadvertido, aunque ha quedado demostrada su
presencia mediante numerosos experimentos.
Todos podemos darnos cuenta de que también sufrimos “ceguera
por falta de atención”. ¿A quién no le ha pasado alguna vez que ha comenzado a
buscar las llaves justo antes de marcharse y no hay manera de encontrarlas,
hasta que en un momento dado, nos cercioramos de que estaban delante de
nuestros ojos? ¿Pero, cómo no las había visto antes?
Los magos son un buen ejemplo para explicar lo que se está diciendo,
ya que en sus trucos aprovechan el fenómeno de la “ceguera por falta de
atención” para realizar la magia, ya que esta “ceguera” les permite desviar
nuestra atención en la dirección que ellos deseen, mientras nos ocultan la verdadera
realidad sobre la que no estamos centrando nuestra atención.
El avance en la comprensión de los métodos utilizados por
los magos para engañar a nuestra mente en sus trucos de magia está siendo
estudiado más profundamente en la actualidad, ya que nos puede permitir conocer
mejor los mecanismos de atención y percepción de los seres humanos.
Nuestra mente, en su esfuerzo por entender la realidad y los
diferentes elementos que la configuran, realiza asociaciones entre imágenes,
frases, voces, símbolos, etc, para simplificar el entendimiento constante que
debe realizar. Utiliza la información registrada en las distintas redes
neuronales y trata de relacionarla con la nueva información que va recibiendo
constantemente, con el objetivo de simplificar la operación de asimilación de
datos. Este efecto es el que nos provoca, por ejemplo, que una canción o un
olor nos recuerden a cierta persona, o un símbolo nos recuerde a una
determinada marca. En el mundo de la publicidad son grandes los esfuerzos que
realizan las empresas por conseguir que los posibles consumidores realicen esta
relación mental entre su producto y un símbolo creado elegido por ellos mismos
para les represente.
Una vez alcanzado el objetivo de dar conocer su símbolo, las
empresas irán introduciendo cambios sutiles periódicamente en el mismo, sin que
nos percatemos, en su tarea de actualización constante para adaptarse a los
nuevos tiempos.
Por lo tanto, no sólo somos ciegos porque nuestra atención
no abarca el mismo ámbito que nuestra vista, sino que además tampoco percibimos
ciertos cambios que se producen a nuestro alrededor, pasándonos totalmente
inadvertidos.
¿Pero, tan caro le costaría a nuestro cerebro interpretar la
realidad tal y como es directamente sin necesidad de estar realizando
continuamente relaciones internas? Evidentemente sería muy bueno entender el
mundo en cada instante tal y como es y no adivinarlo según la información ya
almacenada en nosotros mismos, pero no esto no es posible por diversas razones:
- La realidad nos llega de manera bidimensional. Nuestra primera faena interna es darle la tercera dimensión en nuestro cerebro.
- Hacer funcionar el cerebro es realmente caro, o mejor dicho, es el órgano más caro de nuestro organismo. Su masa ronda el 2% de total corporal y sin embargo consume más del 25% de la energía. A diferencia del resto de los músculos que, cuando están en reposo no consumen prácticamente energía, el cerebro se mantiene siempre constante en su consumo, incluso cuando dormimos.
- Nuestro cerebro es demasiado lento: cualquier procesador por simple que sea, es más rápido que él, aunque no tengamos esa sensación. Cada información tarda más o menos 1 segundo desde que la recibe nuestra retina hasta que se prepara una respuesta.
Si nos imaginamos un partido de
tenis cualquiera, en el que los tenistas disponen de poco más de 1 segundo de
tiempo golpear la pelota, nos daremos cuenta de que la única solución posible es interpretar
los movimientos del contrario para intentar anticipar una respuesta. Si no hicieran
esto, las jugadas sólo duraría 1 golpe (el del jugador que empieza a jugar).
Estamos avanzando en la comprensión del funcionamiento de
nuestro cerebro, pero nos encontramos aún muy lejos de saberlo todo de él. En
próximos artículos seguiremos dando a conocer aspectos de su funcionamiento que
nos aporten más información y que quizás nos aclaren algo más sobre él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario