sábado, 17 de diciembre de 2011

ARTICULO I: LO QUE EL CEREBRO NO VE

Siempre hemos creído que a través de la vista, nuestro sentido más desarrollado, somos capaces de captar y asimilar el mundo de nos rodea. No dudamos en afirmar que percibimos los diversos momentos que se suceden en nuestras vidas mirando,  escuchando, tocando, oliendo la realidad.

La ciencia, sin embargo, está demostrando últimamente que lo que percibimos es en realidad una ínfima parte del mundo. Resulta que ni siquiera vemos todo lo que nuestra vista es capaz de captar, porque nuestro cerebro descarta la inmensa mayoría de la información cuando la recibe sin preguntarnos, ya que el método que utiliza para entender lo que sucede entorno a él requiere de una selección continua de los datos recibidos en cada momento.


El cerebro, a pesar de ser nuestra herramienta más preciada, tiene una capacidad de procesamiento limitada y, como hemos dicho, discrimina la mayor parte de información que recibe de nuestros sentidos. A este fenómeno se le llama “ceguera por falta de atención” y ocurre de manera prácticamente inconsciente por lo que nos pasa inadvertido, aunque ha quedado demostrada su presencia mediante numerosos experimentos.


Todos podemos darnos cuenta de que también sufrimos “ceguera por falta de atención”. ¿A quién no le ha pasado alguna vez que ha comenzado a buscar las llaves justo antes de marcharse y no hay manera de encontrarlas, hasta que en un momento dado, nos cercioramos de que estaban delante de nuestros ojos? ¿Pero, cómo no las había visto antes?
Los magos son un buen ejemplo para explicar lo que se está diciendo, ya que en sus trucos aprovechan el fenómeno de la “ceguera por falta de atención” para realizar la magia, ya que esta “ceguera” les permite desviar nuestra atención en la dirección que ellos deseen, mientras nos ocultan la verdadera realidad sobre la que no estamos centrando nuestra atención.

El avance en la comprensión de los métodos utilizados por los magos para engañar a nuestra mente en sus trucos de magia está siendo estudiado más profundamente en la actualidad, ya que nos puede permitir conocer mejor los mecanismos de atención y percepción de los seres humanos.


Nuestra mente, en su esfuerzo por entender la realidad y los diferentes elementos que la configuran, realiza asociaciones entre imágenes, frases, voces, símbolos, etc, para simplificar el entendimiento constante que debe realizar. Utiliza la información registrada en las distintas redes neuronales y trata de relacionarla con la nueva información que va recibiendo constantemente, con el objetivo de simplificar la operación de asimilación de datos. Este efecto es el que nos provoca, por ejemplo, que una canción o un olor nos recuerden a cierta persona, o un símbolo nos recuerde a una determinada marca. En el mundo de la publicidad son grandes los esfuerzos que realizan las empresas por conseguir que los posibles consumidores realicen esta relación mental entre su producto y un símbolo creado elegido por ellos mismos para les represente.

Una vez alcanzado el objetivo de dar conocer su símbolo, las empresas irán introduciendo cambios sutiles periódicamente en el mismo, sin que nos percatemos, en su tarea de actualización constante para adaptarse a los nuevos tiempos.
Por lo tanto, no sólo somos ciegos porque nuestra atención no abarca el mismo ámbito que nuestra vista, sino que además tampoco percibimos ciertos cambios que se producen a nuestro alrededor, pasándonos totalmente inadvertidos.

¿Pero, tan caro le costaría a nuestro cerebro interpretar la realidad tal y como es directamente sin necesidad de estar realizando continuamente relaciones internas? Evidentemente sería muy bueno entender el mundo en cada instante tal y como es y no adivinarlo según la información ya almacenada en nosotros mismos, pero no esto no es posible por diversas razones:

  1. La realidad nos llega de manera bidimensional. Nuestra primera faena interna es darle la tercera dimensión en nuestro cerebro.

  1. Hacer funcionar el cerebro es realmente caro, o mejor dicho, es el órgano más caro de nuestro organismo. Su masa ronda el 2% de total corporal y sin embargo consume más del 25% de la energía. A diferencia del resto de los músculos que, cuando están en reposo no consumen prácticamente energía, el cerebro se mantiene siempre constante en su consumo, incluso cuando dormimos.

  1. Nuestro cerebro es demasiado lento: cualquier procesador por simple que sea, es más rápido que él, aunque no tengamos esa sensación. Cada información tarda más o menos 1 segundo desde que la recibe nuestra retina hasta que se prepara una respuesta.
Si nos imaginamos un partido de tenis cualquiera, en el que los tenistas disponen de poco más de 1 segundo de tiempo golpear la pelota, nos daremos cuenta de  que la única solución posible es interpretar los movimientos del contrario para intentar anticipar una respuesta. Si no hicieran esto, las jugadas sólo duraría 1 golpe (el del jugador que empieza a jugar).


Estamos avanzando en la comprensión del funcionamiento de nuestro cerebro, pero nos encontramos aún muy lejos de saberlo todo de él. En próximos artículos seguiremos dando a conocer aspectos de su funcionamiento que nos aporten más información y que quizás nos aclaren algo más sobre él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario